martes, 29 de junio de 2010

Zanahoria, huevo o café





Cuentan que una hija se quejaba a su padre por los infortunios de su inexperta vida, no sabía qué ni cómo hacer para seguir adelante. Estaba cansada de luchar en vano, cuando solucionaba un problema, enseguida aparecía otro.

Su padre era cocinero y hombre de pocas palabras. Una mañana, después de escuchar los lamentos reiterados de su hija, llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. Hirvieron con rapidez. La muchacha se preguntaba por las intenciones de su padre, que no alcanzaba a comprender.

A los veinte minutos , el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un bote, luego hizo lo mismo con los huevos y, por último, coló el café y lo puso en otro recipiente. Entonces le preguntó:
- ¿Qué ves?
- Zanahoria, huevos y café -fue la respuesta inmediata.

El cocinero pidió a su hija que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y observó que estaban blandas. Luego le dijo que tomara un huevo y lo rompiera; al quebrar la cáscara se dio cuenta de que estaba duro. Después le pidió que probara el café y, al hacerlo, disfrutó de su rico aroma. La joven preguntó:
- ¿Qué significa esto?

Él entonces explicó que los tres elementos se habían enfrentado a la misma adversidad: el agua hirviendo. Sin embargo, los tres habían respondido de manera totalmente diferente. La zanahoria cedió dureza por blandura. El huevo cambió fragilidad por firmeza. Sólo los granos de café lograron transformar el color y el sabor del agua. El cocinero agregó:
- Dime, querida, cuando la adversidad golpea tu puerta ¿ cómo le responderás? ¿Eres zanahoria, huevo o un grano de café? Cuántas personas que se jactan de su dureza desfallecen ante la primera contrariedad. Otras, pareciendo débiles, se fortalecen en los conflictos. Muy pocas son capaces de superar las causas de dolor con una reacción positiva, inesperada, armónica, para bien de todos.


( Extraído de Cuentos para regalar a las personas que aman de Enrique Mariscal.)

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