lunes, 9 de febrero de 2009

PANDORA. La esperanza es lo último que se pierde.

Otra entrega de la Pléyade mitológica.

Todo comenzó cuando Prometeo osó robar el fuego que portaba el Dios Sol, y después, transmitió a los hombres el secreto del fuego. Zeus, encolerizado, decidió castigar a Prometeo. Encomendó a los dioses del Olimpo crear entre todos a una mujer tan atractiva que pudiera conquistar a cualquier hombre.

Hefesto con arcilla moldeó una hermosa doncella. Atenea, por orden de su padre, se ocupó de dar instrucciones para que los diferentes dioses del Olimpo confirieran a áquella diferentes cualidades, en su mayoría positivas como la gracia, el encanto, el ingenio o la armonía, pero también otras, así Hermes le transmitió la capacidad de manipular, por ejemplo. Con semejante compendio de cualidades, pareció apropiado que recibiera el nombre de Pandora, que significa literalmente: “portadora de todo”.




Un día Zeus llamó a Pandora y le entregó una misteriosa ánfora (en otras versiones una arquilla), cerrada con una tapadera que impedía que su contenido se escapase. Luego le dijo que había sido elegida para una misión muy importante: ser la esposa de Prometeo. Hermes la acompañó a su destino. Pero Prometeo, que inicialmente estuvo obviamente tentado en aceptar gustosamente a tan perfecta mujer como esposa, de pronto, sintió desconfianza. Sospechó que tras esa aparente generosidad expléndida de Zeus podría esconderse una trampa, y decidió finalmente rechazar el “regalo”.

Zeus muy contrariado no se dio por vencido y decidió llevar a cabo una nueva tentativa. Ordenó a Hermes que condujera a Pandora a casa de Epimeteo, el irreflexivo y accesible hermano de Prometeo, que muy diferente a él, podría sucumbir ante tal tentación. Efectivamente, Epimeteo aceptó de inmediato a Pandora como esposa, a pesar de que su hermano le hubiera alertado a cerca de no recibir ningún obsequio de Zeus.


A Pandora le intrigaba muchísimo el secreto que pudiera contener la misteriosa vasija y pronto, a pesar de la prohibición que le impusiera Zeus de no abrirla, convenció a su marido de que debían destaparla, no fuera que encerrase un valioso tesoro. Así lo hicieron y, ante el asombro de ambos, observaron cómo se escapaban un enjambre de monstruos portadores de todos los males, que pronto se extendieron por todo el mundo. Aún peor fue percatarse de que también conjuntamente con los males comenzaban a salir todos los bienes, con la diferencia de que éstos, directamente regresaban al Olimpo. Horrorizada, Pandora trató de cerrar la vasija, pero ya era demasiado tarde. Lo único que consiguió que quedara dentro fue la Esperanza. Pandora pues, sólo pudo decir a sus mortales afines, que aunque todo lo demás estuviera perdido, siempre les quedaría la esperanza. Aquí cobra sentido la expresión " la esperanza es lo último que se pierde".






El Cristianismo tomaría elementos de este mito-leyenda de la Antigüedad clásica. La vasija está representada aquí por la manzana del árbol del bien y el mal. Resulta claro el paralelismo entre Adán y Epimeteo, y entre Eva y Pandora. Por tanto, he aquí la versión mitológica del paraíso terrenal de Adán y Eva, la Biblia no es tan original después de todo...










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